miércoles, 23 de septiembre de 2020

 




EPÍSTOLA  PARA LA GENTE DE MI PUEBLO


Vine al mundo en “curitates” y así me voy a morir,

un viaje de ida y vuelta que no se va a repetir.

Me arroparon con mantillas de esas de lino y torzal,

con cuidados de los tíos, abuelos y de papás.

Fui creciendo poco a poco allí en mi pueblo natal,

en él eché mis raíces, donde las pienso dejar.

Mi juventud fue muy alegre aunque no llegara el pan,

con manzanas y otras viandas no pasé hambre jamás.

La gente que hay en mi pueblo siempre ha sido muy tenaz;

a veces ha habido riñas, sin razón, por terquedad;

se acusaban unos a otros de haber hecho tal o cual,

y después del rifirrafe a la taberna se van.

Los había rencorosos y no se hablaban jamás

pero si algo grave allí ocurriera se unirían los que más;

recuerdo al río Alhama sus estragos al pasar,

y la gente codo a codo ayudando sin cesar ;

pienso en toda esa gente con sufridora paciencia

ayudar con complacencia al que en apuros está.

Y me pongo a meditar, y mis recuerdos me llevan

a tiempos ya muy lejanos, aquellos abuelos de antaño

llenos de amor y paciencia, que eran la miel y la esencia

del hogar y la familia tan solo con su presencia,

y cuando el mal genio acechaba y echaban un juramento

decían ser “padres nuestros” rezados en mal momento.

¡Hombres con más entereza no los he vuelto a ver,

esos hombres no se encuentran más que en los pueblos de ayer!


(De mi libro, “COMO SALEN DEL ALMA”)

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