martes, 18 de enero de 2022

 

EPÍSTOLA A LA VIRGEN DEL PRADO


Crucé la ermita serena,

choqué sobre sus retiros,

dejé allí toda mi pena

y…, alas fueron mis suspiros.

Un largo recuerdo dejo

sobre el salobre letargo,

mi trabajo, tu consejo,

y aquel recuerdo tan largo.

Tras los secados rastrojos

por caminos murmurando,

caminan tristes tus viejos,

que al poco van expirando.

Campos de emoción serena:

Si en tu inquietud todo es viaje,

cuando se calme mi pena…,

¡qué luz tendrá este paisaje!


Matas de copas añejas

donde el sol se desmenuza…,

dolores, penas y quejas

por entre tus campos cruza.

Me abrigas en dulce amparo,

y bajo tu paz me aquerencio,

el dolor cuesta muy caro

yo estoy llorando en silencio.


Pena tengo al escribirte

por todo lo que voy viendo,

la multitud va diciendo…,

que no quieren recibirte,

que el pueblo se esta muriendo

y no quieres evitarlo…

¿Te quedarás hoy pensando,

al pueblo como ayudarlo…,?


Yo, como en los días adversos

soy como ciprés de otoño,

me van saliendo los versos

siendo un cansado retoño.

Versos de sueño lozano

en atardecer lebruno,

honda voz de cómo es uno,

aprendiz de hombre llano.


Muchas veces te he mentado

y nunca me has respondido.

¡Quien me conducirá al Prado,

si ya me encuentro rendido!

Tú, de realengo altanero

me miras cuando yo salgo,

como si sirviera de algo

              triunfar como buen coplero.

             ¡Sube tu pasión ferviente
              al corazón del creyente,
              a
l talento fiel del poeta,
             y oirás el
cántico ardiente
             que
este rapsoda interpreta!

            ¡Que el pueblo, Madre, te adore!

            ¡Que te cante y que te llore!

            ¡Que seas Tú quien le alimenta!


Deja que el sol mañanero

sobre tu tejado luzca,

deja que a este romero

que en tus entrañas rebusca

              con honda fe del andante

encuentre en la arena errante

aquello que siempre busca…,

pero no lo encuentra nunca.


Hoy te he visto sonriente

oyéndome balbuciente

trovar mis rudos cantares

que ante tan bellos altares

te ha cantado tanta gente,

aplacando los dolores

que nacen de los sudores

al subir al monte a verte.


Y ya para despedirme,
dulce y distinguida Dueña,

dadme facultad que afirme

que vos seréis nuestra Reina

       Y aunque éste te hable torpe
       con lágrimas
y a destiempo,
       es porque llorando rompe
       lo que va dictando el
tiempo.


No te contaré más penas

porque mis ojos se nublan,

será que doblan campanas

o por que mis viejos tiemblan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario