miércoles, 14 de septiembre de 2011

VERANO E INVIERNO EN LA VIDA DE UN PUEBLO

  Inestrillas es un pueblo situado al sureste de La Rioja. En él se asienta uno de los mejores yacimientos arqueológicos celtíbero-romano del norte de España (Contrebia Leucade o “La ciudad Blanca”) y un exuberante y fresco valle regado por el Río Alhama, ¡un verdadero oasis! Subir y bajar el cauce del río en verano es una gozada, sus aguas limpias y frescas invitan a quedarte cuando al sol canta la chicharra, y esto nos hace recordar viejos tiempos, tiempos de siega, acarreos y trilla; tiempos de recolección, de mucho trabajo y de muchos sudores.
Hoy no sé si estos duros trabajos se realizarían, pues los tiempos o, mejor dicho, las personas hemos cambiado tanto que cuando comentamos estos trabajos con los jóvenes de hoy no creen que se llegara a trabajar tanto. Como decía  anteriormente, el río Alhama fue siempre el descanso del trabajador. Cuando se terminaba la jornada bajábamos al río para refrescarnos en sus agradecidas aguas, esta era la mejor bañera de aquella   época  en los veranos de los años 50, que era por un lado temido por el trabajo y por el calor, por el otro lado era agradecido porque nada más hacer la primera siega de trigo ya estaban preparados los acarreos y la trilla en la era para a continuación llevar el primer saco de trigo al molino y al día siguiente cocer el pan nuestro de cada día del que tan necesitadas estaban la mayoría de las familias, pues hace días que se había acabado el pan que se había cosechado el año anterior. Esta primera parte de la cosecha también alimentaba a los animales y a las aves del corral que hace días se alimentaban de lo que encontraban por el campo.
  ¡Pobres, duros y tristes años aquellos, para algunos demasiado duros..., años muy difíciles!. 
  Terminada la siega y el trigo en los graneros, se esperan las fiestas del pueblo llenas de bullicio y alegría; estas van pasando con armonía olvidando los días de calor y de trabajo.
  Pasados los días de fiesta llega la nueva recolección en la huerta, patatas, alubias, manzanas y uva: Aunque el tiempo es benévolo y agradable, no deja de ser el otoño otra estación de trabajos rudos y apasionados; una vez recolectados los frutos, se recolecta la uva y se hace el vino que, junto a la sementera para el año siguiente, se da por terminada la faena del año.

  Es diciembre muy avanzado y los ojos de las familias campesinas están puestos en la matanza.
  La matanza del cerdo comienza nada más pasar las fiestas navideñas, en algunos hogares antes, pero lo normal es en enero. La matanza llega llena de júbilo y alegría, primero por ser una fiesta familiar y segundo para preparar la despensa que durante todo el año llenará el puchero de muchas familias.
A primeras horas de la mañana llega el matachín o matarife con sus trastos para asesinar al cerdo; también trae a hombros un banco o mesa donde subirán al cerdo para  descuartizarlo; allí esperan tres o cuatro hombres que ayudarán a cometer el asesinato y el ama de la casa con un balde para recoger la sangre del asesinado. 
¡A la faena, amigos! ¡Vamos a por el cerdo! El cerdo que no quiere salir de la pocilga  clava tres patas en el suelo y resiste, y resiste, no hay forma humana de sacarlo, parece que sabe lo que quieren hacerle y pensó... de aquí no me muevo porque, si lo hago, me liquidan. En vistas del problema y que entre cuatro grandes hombres no pueden con él se acerca el matarife con un largo gancho con la punta muy afilada que de un certero golpe lo atrapa por la parte baja del cuello clavándose el gancho de forma imposible de soltarse. Entre todos y el matarife tirando del gancho, el cerdo es arrastrado y subido al banco, donde lo colocan para darle la cuchillada definitiva, soltando un chorro de sangre que el ama de casa se apresura a recoger.
  A continuación el cerdo es socarrado o chamuscado, pelado y descuartizado, poniendo los trozos en distintas artesas, en una las costillas y otros huesos, en otra los lomos y los magros para hacer los chorizos, en otra los jamones para salar, en otra los tocinos para colgar y con la sangre hacer las morcillas, todo con gran alegría y júbilo, una fiesta por todo lo alto salida de un asesinato... Se junta la familia alrededor de un gran fuego, se pone la caldera y se meten las morcillas. Mientras estas se cuecen poco a poco, se prepara la sartén y se fríen las partes más secretas del cerdo, en la parrilla se asan las primeras morcillas y....,¡todos a la mesa! El patrón saca los mejores vinos  para acompañar y los mejores licores. Al final de la fiesta, jotas bailes y  mucha, mucha alegría. Con razón se dice que el cerdo es la mejor paloma del corral porque son buenas hasta sus maneras de andar.
 

                                 Inestrillas, 6 de septiembre de 2011

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