domingo, 23 de octubre de 2011

    CUANDO YO ME MUERA

Cuando yo me muera no me llevaré nada,
si acaso me llevaría tu dulce y triste mirada,
tu profundo mirar y tu sonrisa quebrada
y algún rayo del dulce sol de la madrugada.

Cuando yo me muera quizá también lleve
unas gotas de rocío por si allí no llueve,
y alguno de mis cantos con verso breve,
llevaré tu negro pelo y tu cara de nieve.

Quizá también lleve por si suenan canciones
las mejores notas y los mejores sones,
el cantar de las hojas y el de las fuentes,
que brillen al viento y manen transparentes;

el fresco olor del prado colmado de ababoles,
el río de mi valle con mil peces de colores,
un trozo de su cielo con nubes de algodones
y, para que sea más bello pintado, de colores.

¡Qué preciosos placeres llevaré cuando muera!
Llevaré atardeceres y amaneceres de primavera,
el trinar de los ruiseñores y el de la lavandera
con sus nidos ocultos piando en la enredadera;

y ya, puesto a llevarme, me llevaría a mi amada,
el lucero y las estrellas de una noche templada;
del amanecer llevaría la  más hermosa alborada
y del atardecer el arrebol con la mejor balada.

Cuando suene la llamada no me llevaré nada,
no me llevaré las cosas de esta vida basada
en lo material, en la envidia y en la puñalada.
Solo la magia de esa cosa sencilla no valorada
o la modestia de esa pequeñez soñada.                     

                        
        R. Lalinde    (El Cisne del Alhama)

No hay comentarios:

Publicar un comentario