viernes, 5 de febrero de 2021

RESIGNACIÓN O ESPERANZA
No vivimos tiempos fáciles. Más bien calamitosos y con augurios de negros nubarrones en el porvenir. Un mal gobierno puede terminar de hundirnos junto con la pandemia y además puede hacer más largo el sufrimiento; la pandemia nos está destrozando en todos los frentes y el gobierno está desbordado y ausente.
Desigualdades inmensas, cambio climático. Los grandes poderes -económicos, políticos, élites seudocientíficas...- o los ignoran o los niegan.
Mientras, las personas sin poder o se hunden en la resignación desesperada o procuran evadirse acatando las consignas del pensamiento único y se obnubilan con el ocio programado que el sistema les brinda. Producir y consumir son las consignas a seguir. Quienes no producen ni consumen sobran, estorban, son los descartados, no son ni personas…
En esta situación, ¿cabe la esperanza? Esperar no es algo pasivo, como quien aguarda que salga el sol o caiga la lluvia. Es un actitud de coraje, de voluntad decidida de enfrentarse con un sistema opresor.
Exige varias cosas. Primero, despertar empezando a romper con él. Dejar de ser cómplices con nuestros actos y omisiones de esa reducción de los seres humanos a meros instrumentos para el enriquecimiento de unos pocos.
Luego, resistir y desmontar ese pensamiento único que se presenta como ineludible. Afirmar la primacía del ser sobre el tener. En definitiva, alzar la bandera de la dignidad sagrada de cualquier persona humana y del respeto a las diferencias.
En tercer lugar, abrir los oídos y los ojos a los lamentos y la situación de las víctimas. Son muchas y el sistema trata de sensibilizarlas. No es fácil ya que, cuando las hacemos presentes, nuestra vida comodona resulta hiriente. Las víctimas nos obligan a tomar partido: con ellas o con los opresores.
En estos tiempos de comunicación instantánea, los bulos , las falsas noticias, circulan sin parar. ¿Nos exigen un esfuerzo por desentrañar la realidad, por deslindar la verdad de la falsedad. ¿Cuál puede ser el mejor criterio? Aquellos mensajes que tienden a fomentar el miedo y su corolario el odio son los que debemos desechar más rápidamente, llevan en sí mismos el germen de la mentira.
¿Qué podemos hacer por las víctimas? A nivel individual muy poco. Todo lo más aliviar la situación de unos pocos, próximos o lejanos. Con nuestra aproximación compasiva, con nuestros ó-bolos para aligerar su situación.
Se impone la asociación con otras personas de buena voluntad.
La empresa es pesada y difícil, los populistas o los mal llamados progresistas se preocupan más por destruir que por avanzar y es que estos nuevos grupos han hecho o quieren hacer de su sombrero una corona.
¿Nos resignamos o apostamos por una esperanza activa?
Ricardo Lalinde López, -2 de febrero de 2021-

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