lunes, 21 de junio de 2021

 

Ricardo Lalinde López

EL ARTE DE MENTIR

Resulta que la facultad de la mentira puede emplearse para tratar de confundir, de engañar, de expresar lo contrario de lo que creemos que es verdad o de la realidad de nuestros sentimientos.

Los motivos de la mentira pueden ser varios: la broma inocente, escarnecer a los crédulos, obtener provecho egoísta con el engaño.

Lo patológico -a mi juicio- es la actitud de bastantes personas que por temor a la verdad, buscan la seguridad que les proporciona una mentira. Su forma más leve es la de aquellos que no desean que el médico les avise de la gravedad de una patología.

Pero resulta preocupante la búsqueda ansiosa de la mentira que les tranquilice en una situación que puede ser peligrosa para ellos mismos o los demás. ¿Desde cuándo ignorar un peligro lo evita? ¿No lo agrava más al no tomar medidas para remediarlo o minimizarlo? Pensemos en los negacionistas del cambio climático o de la destrucción de la biodiversidad por la acción humana. ¿Seguirá el gobierno ignorándolo a pesar de los terribles incendios que están destruyendo amplias zonas de nuestro país?

Hoy, en esta era de la comunicación instantánea, en la que casi todos estamos interconectados, hay formas sibilinas de mentir que emplean los poderosos. Una es manifestar la verdad, pero ocultándola en una maraña de verdades intrascendentes, de manera que la importante pase desapercibida.

La otra es el empleo de medias verdades rebozadas de mentiras. Así podemos tragar unas y otras sin darnos cuenta.

Un buen sistema educativo se esforzaría por dotar a sus educandos de herramientas de pensamiento crítico que les faculten para distinguir todas esas asechanzas de engaño.

Pero, ¿Dónde están los políticos que traten a sus ciudadanos como personas mayores de edad y se esfuercen por decir la verdad e implantar un sistema educativo forjador de personas libres y no de vasallos?

¡Son los políticos los que hacen buena a la mentira!

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