jueves, 30 de junio de 2011

EL VIAJE DE LA VIDA

  El viaje de la vida puede ser comparado al viaje que se suele hacer en autobús, barco, avión o tren, a lo largo de cualquier trayecto puede suceder una gran diversidad de situaciones.
  Nuestra existencia terrenal puede ser comparada a cualquiera de esos viajes, más o menos largo.
  Primero, porque este está lleno de embarques y desembarques, algunos accidentes muy desagradables, también algunas sorpresas agradables en algunos embarques y grandes tristezas en algunas despedidas.
  Cuando nacemos, nos incorporamos a los viajeros que van en ese tren y nos encontramos con personas que desearíamos que viajasen siempre con nosotros: nuestros padres, abuelos... Esto no va a suceder así; pues en alguna estación o en alguna parada ellos descenderán y nos dejarán huérfanos de sus cariños, amistad y de su compañía insustituible.
  Durante este viaje, otras personas especiales embarcarán y seguirán  viaje con nosotros: nuestros hermanos, nuestros amigos, amores, hijos.
  El viaje no es igual para todos, unos hacen un alegre paseo, otros ven solamente tristezas, y otros todavía circulan por el convoy sin saber adónde quieren ir para ayudar a quien lo necesite.
  Muchos descienden dejando nostalgias eternas... Otros pasan de una forma que, cuando desocupan su asiento, nadie se da cuenta.
  Curioso es constatar que algunas parejas, se acomodan en coches distintos al nuestro, lo cual no impide, está claro, que durante el recorrido nos aproximemos a ellos y los abracemos, aunque jamás podamos seguir juntos, porque habrá alguien a su lado ocupando aquel lugar.
  Mas eso no importa, pues el viaje está lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, despedidas, recibimientos. Lo importante, es que hagamos nuestro viaje de la mejor manera posible buscando relacionarnos bien con los demás pasajeros, viendo en cada uno de ellos lo mejor que tienen.
  Debemos acordarnos siempre de que, en algún momento del trayecto, ellos podrán flaquear y precisamos entenderlos, pues nosotros también flaquearemos muchas veces y quisiéramos que haya alguien que nos entienda.
  La gran diferencia, al final, es que en el tren de la vida, nunca sabemos en qué estación tendremos que descender y mucho menos en qué estación descenderán nuestros amores, ni aun aquel que está sentado a nuestro lado.
  Es posible que, aunque tengamos que desembarcar, la añoranza vendrá a hacernos compañía, porque no es fácil separarnos de los amigos ni dejar que los hijos hagan el viaje solos.
  Mientras tanto, en algún lugar hay una estación principal donde todos nos encontraremos. Y cuando llegue esa hora, tendremos grandes emociones en poder abrazar a nuestros amores y matar añoranzas que nos hicieron compañía por largo tiempo.
  Que nuestro breve viaje sea una gran oportunidad de aprender y enseñar, entender y atender a aquellos que viajan a nuestro lado, porque no fue el azar quien los colocó allí... Debemos aprender a amar y servir, comprender y perdonar, pues no sabemos cuanto tiempo aún nos queda hasta la estación donde tendremos que dejar el tren.
  Si su viaje no transcurre como esperaba, dele una nueva dirección y aproveche para observar el paisaje que Dios le entregó y adorno durante todo el trayecto.
  Preocúpese de aquellos que viajan a su lado, piense en ello, y buen viaje.

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