viernes, 22 de junio de 2012

  Dos sonetos dedicados


         EL ESPOSO

Esposa, inúndate de alegría,
de tu inocencia soy la flor abierta...
Tu esposo llama a la puerta
dispuesto a ensanchar tu lozanía.

Traigo en mis ropas olor a praderas
con ansias vengo a tu cordial fiesta,
esperando que en tu pecho vierta
el amor que me ilumine y dieras.

Atrás dejarás ornatos mundanos,
otras quimeras locas que tuvieras;
tu mente llegue con lazos cariñosos

a un vergel donde broten los lirios
que con el esposo trasplantarás
para llenarte de amor y de gozos.



              LA ESPOSA

Quiero cantarte y no soy quien canta.
Quiero hablarte y hablan otras voces.
Tú, esposo, mi pasión no desconoces,
pusiste mi nombre en tu garganta.

Pimpollo entre flores te imagino,
esposo, perdóname estos roces,
mi única verdad ya la conoces,
todo a tu paso es cristalino. 

Tu boca es el cáliz del misterio
donde beben mis labios tu elixir
impregnado del signo de la vida,

donde el dolor más amatorio
produce esa lágrima callada
que la luz de tus ojos hace fluir.

                                   De mi libro “Cantos al Amanecer)

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