EPÍSTOLA IV
En este lugar sagrado que al humilde le da amparo,
la verdad y la justicia nos acercan a tu lado.
De avaricias y maldades de este mundo que está
lleno,
en tu casa deleitosa nos das refugio sereno.
Aquí encontramos amor, vida, cariño y sosiego
y escucha tu corazón la llamada del doliente
que te pide por favor la ayuda que no merece.
Y Tú, Celestial Señora, acudes a socorrerle
al escuchar la llamada del pecador insolente,
y sin pedir nada a cambio tu misericordia le ofreces.
A ti acudimos, Señora, en momentos de flaqueza.
Y Tú escuchas paciente nuestras súplicas dolientes
creyéndonos inocentes.
Virgen y Madre nuestra, en este templo sagrado mucha
gente
se cobija. Ayúdanos para que cuando salgamos de él
veamos
la luz.
No nos dejes caer en la tentación, y ayúdanos con la
verdad
y la justicia que Tú engendraste, donde hallaremos
tu seguro
amparo y el de Tu Hijo.
Líbranos de los males que causa la envidia de los
mortales
y danos la paz eterna.
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