viernes, 21 de septiembre de 2012





                 EPÍSTOLA V


Vine al mundo en “curitates” y  así me voy a morir,
un viaje de ida y vuelta que no se va a repetir.
Me criaron en mantillas de esas de lino y torzal,
con cuidados de los tíos, abuelos y de papás.
Fui creciendo poco a poco allí en mi pueblo natal,
en él eché mis raíces, donde las pienso dejar.
Mi juventud fue muy alegre aunque no llegara el pan,
con manzanas y orejones no pasé hambre jamás.
La gente que hay en mi pueblo siempre ha sido muy tenaz;
a veces ha habido riñas, sin razón, por terquedad;
se acusaban unos a otros de haber hecho  tal o cual,
y después del rifirrafe a la taberna se van.
Los había rencorosos y no se hablaban jamás
pero si algo grave allí ocurriera se unirían los que más;
recuerdo al río Alhama sus estragos al pasar,
y la gente codo a codo ayudando  sin cesar ;
pienso en toda esa gente con sufridora paciencia
ayudar con complacencia al que en apuros está.
Y me pongo a meditar, y mis recuerdos me llevan
a tiempos ya muy lejanos, aquellos abuelos de antaño
llenos de amor y paciencia, que eran la miel y la esencia
del hogar y la familia tan solo con su presencia,
y cuando el mal genio acechaba y echaban un juramento
decían ser padres nuestros rezados en mal momento.
¡Hombres con más entereza no los he vuelto a ver,
esos hombres no se encuentran más que en los pueblos de ayer!

(De mi libro, “COMO SALEN DEL ALMA”)

No hay comentarios:

Publicar un comentario