martes, 5 de abril de 2016


POESÍA Y RELIGIÓN



De los poetas, se sirvió Dios en el Antiguo Testamento para

revelar a los hombres sus terribles justicias y sus inefables

misericordias. Isaías, Jeremías, David y los demás profetas,

fueron los poetas más sublimes que ha habido en el mundo.

Por su inspiración fue anunciado a los hombres el beneficio de

Cristo y preparado y allanado el camino que a él había de

conducirlos. La Nueva Alianza, pactada por Dios con el humano

linaje, no se obró sin intervención del mismo medio y forma de

la poesía.

Los cánticos poéticos fueron los medios de expresión de que se

sirvieron aquellos a quienes Dios privilegió para cooperar en la

obra más grande de su poder infinito. La Virgen Nuestra Señora

fue la primera poetisa del Nuevo Testamento en aquel cántico

del Magnificat, que es una de las más hermosas efusiones que

han brotado de labios de hombre. Zacarías y el anciano Simeón

se sirvieron de la forma poética para expresar el santo alborozo

que inundaba sus almas a la vista de la realización del misterio

de la redención humana.

Estos mismos cánticos fueron habituales en los primeros

discípulos de Cristo y en su divino Maestro, el cual usaba de

ellos para orar y levantar el espíritu al Padre. Y cuando estuvo

ya constituida la nueva iglesia, la nueva Jerusalén descendida

de lo alto, la forma poética que había servido a David para

anunciarla y profetizarla, sirvió a los predicadores y

pronunciadores de ella para dar gracias a Dios por el beneficio

recibido, para levantarlos del suelo de su terrestridad a las

alturas del cielo y anunciar como ya realizado y venido al

mundo lo que había visto en profética visión el real poeta.


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