miércoles, 29 de noviembre de 2017

DE AQUELLOS TIEMPOS (glosa)

Fuimos irreflexivos mozalbetes
camisa remangada y grito alegre,
rimas atolondradas y juguetes.

Con la inocencia frenética de Orfeo,
guiados por desordenes y cachondeo,
íbamos a presentar nuestro trofeo
como novatos en busca de jaleo.

Nos hicimos compañeros del tanteo
felices en las sendas caprichosas,
de aquel entusiasmado devaneo.

Entre niñas alegres se mostraba
la primera luz en nuestra frente,
y ante las mismas náyades cesaba
nuestro cántico alegre e inocente.

Hoy nuestra seria armonía va de viaje
a reclamar una preñez perdida
el mechón de su limpio aprendizaje.

Mi cadencioso júbilo es un manuscrito
con alegre poesía, que en lo minúsculo
de un callado alojamiento lo he escrito.

Y el alma es como la cera, se petrifica
como las estatuas que hay en los jardines
de las ciudades con légamo, que complica
su vestimenta cenicienta con el humo
inevitable de los grandes temporales.

Aquellos tiempos en que jugábamos juntos
éramos amigos de la vieja escuela,
los pupitres manchados de ciruela,
la encantadora zagala que veneraste,
los alegres días de chaqueta, el contraste
de un ejemplar de Don Quijote y Fabiola,
los cantos al Cara al sol y al Oriamendi
con el esfuerzo de unas voces de primera,
y el auténtico lucero que te armonizó
en apurados aprietos de primavera.

Somos la dulce y suave caricia del viento,
somos viejos y leves murmullos del tiempo,
recuerdos de chicos del esparcimiento.

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