martes, 4 de diciembre de 2018

A MARÍA LUISA

Se aproximan, querida, los momentos
que darán a tu vida otro amor bueno,
sometiendo a mi apacible destino
las muy sufridas horas de tormentos.

No oprimas mis quejosos sentimientos
de modo que mi amor luego sin tino
para regresar no encuentre camino.
Ni para componerlo tenga alientos.

Qué dulce es el amor cuando comienza,
y qué amargo, incómodo y despiadado,
traidor, caprichoso, injusto y osado
cuando complacidas sus ansias piensa,

sin consideración la recompensa
de todos los favores que ha logrado,
oculta con olvido abandonado
si no puede hacerlo con la ofensa.

Cuando con fingimiento y con engaños
de mérito amatorio me desnudas,
entonces con mayor poder me ayudas
a entregarme con mis sueños a mis años.

Y cuando arrastro pesares y daños,
y como con las lanzas más agudas
el amor que te tengo tú lo dudas,
lo saben María Luisa, los extraños.

        Si me obliga la vida el bien que adoro
es un motivo cruel del mal que muero,
en las contrarias ansias que atesoro
me irrita la razón lo que más quiero.

En lugar de calma encuentro fatiga
y en la serenidad hallo un abismo
victoria de su loco caciquismo,
pues todo lo que hago me atosiga.

Soporto mi corazón tan lanceado
que las palizas ni los golpes siente,
pues tu enfermo rigor injustamente
en dura roca lo ha transformado.

Lo que hay que aguantar he soportado
con tu insidia y canallada, cruelmente
has dejado mi vida solamente
para llenar tu vacío desesperado.


Tan firme, María Luisa, es el amor mío,
que lo verás primero sin orden, luego
verás arder la nieve, helar el fuego
e invertir hacia atrás su curso el río.

Antes de acostumbrarte a mi desvarío
surgirá en la noche el sol triste y ciego,
y antes que me transforme sin sosiego
se transformará un peñasco en hielo frío.

Cuando bullicioso se levanta el día
se arrecia con las horas mi tormento
y aumenta paulatino el sentimiento
cuando cae la sombra oscura y fría.

Vuelve de nuevo el día congojoso
despertando sin alivio mi consuelo,
removiendo la causa desde el cielo
repones y procuras mi reposo.

Aunque yo, María Luisa, considero
que en tu infiel corazón me das partido,
con más nobleza lo he recibido
devolviéndote el mío por entero.

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