martes, 31 de octubre de 2017

RECUERDOS DE MI VALLE
(epístola)

Mis mayores todos fueron agricultores;
durante toda su vida en los campos
vieron nacer y morir el día, morir
y nacer la noche; preparar aperos,
el aladro (arado), la yunta y rasgar
la tierra yerma, labrar, sembrar,
segar…, acarrear, trillar, aventar,
parvas, trigo…, poco para todo el año;
los alegres juegos de niños fueron la dicha
de mi primera edad: mis padres muertos,
mis amigos…, muchos ya se fueron, ¿Oh,
queridos? ¿donde estáis...?

Mientras en el campo cantan alegres
ruiseñores anunciando un nuevo
y radiante día y sabios corrompidos
vociferan ultrajando las bondades
que el Señor nos ha concedido.
¡Oh necios! ¿No sabéis que en lo más
alto del firmamento está el sol y por
encima de este la Divina Providencia…?

Hoy en este estrecho y largo Valle del Alhama,
desnudo, yermo y seco, clama por ver el frescor
en sus huertas; huertas que dieron sus mejores
frutos por esas manos rugosas y encallecidas
de aquellos hombres que la amaron, hoy se
han convertido en prados y juncales por falta
de esas manos que la acariciaron y mimaron,
esperan se les devuelva la vida y el frescor
que antaño tuvieron.

El río pasa risueño derramando por su cauce
su canturreante germinar, llevando la vida a otras
tierras que con más suerte sentirán sus caricias;
alzaran su frente miles de árboles cubiertos
con sus verdes trajes saludando con el dulce
mecer de la brisa… Y mientras esto ocurre,
al final del valle el río se fundirá en un interminable
abrazo con su padre Ebro.

(Epístola renacida.) Inestrillas, otoño de 2017

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