jueves, 1 de marzo de 2012



                          EPÍSTOLA VII


Bajo la copa de un frondoso nogal
cuyas ramas abrazan al firmamento,
me defiendo del calor del fuerte estío
que con rayo, abrasador cayendo está.
Mientras tu, querido amigo,
ocioso en gran sofá tendido duermes,
y hasta para levantarte retozas vagamente
y las fuerzas te faltan para sostenerte.
Yo, en cambio, en estos campos por el sol tostados
sudo y jadeo cansado,
y con el soplo exhausto que inhalo
a mi cuerpo de frescor baño.
Contemplo al labrador en su destino
que la vida le tiene reservado
entregado a la yunta y al arado
para recoger el poco grano cosechado.
Qué insensibles nos hace la opulencia,
cuánto orgullo y vanidad cosecha,
mientras el labriego triste y humillado
a duras penas un poco de pan a casa lleva,
y los infelices retoños a su lado
son felices con el poco pan llevado.

¡Suerte miserable la del ser humano!
Para unos la opulencia, para otros el trabajo.

(De mi libro, "COMO SALEN DEL ALMA") 

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