lunes, 5 de marzo de 2012

  POESÍA Y RELIGIÓN

  De los poetas, se sirvió Dios en el Antiguo Testamento para revelar a los hombres sus terribles justicias y sus inefables misericordias. Isaías, Jeremías,     David y los demás profetas, fueron los poetas más sublimes que ha habido en el mundo.
  Por su inspiración fue anunciado a los hombres el beneficio de Cristo y preparado y allanado el camino que a él había de conducirlos.
La Nueva Alianza, pactada por Dios con el humano linaje, no se obró sin intervención del mismo medio y forma de la poesía.
  Los cánticos poéticos fueron los medios de expresión de que se sirvieron aquellos a quienes Dios privilegió para cooperar en la obra más grande de su poder infinito. La Virgen Nuestra Señora fue la primera poetisa del Nuevo Testamento en aquel cántico del Magnificat, que es una de las más hermosas efusiones que han brotado de labios de hombre. Zacarías y el anciano Simeón se sirvieron de la forma poética para expresar el santo alborozo que inundaba sus almas a la vista de la realización del misterio de la redención humana.
  Estos mismos cánticos fueron habituales en los primeros discípulos de Cristo y en su divino Maestro, el cual usaba de ellos para orar y levantar el espíritu al padre. Y cuando estuvo ya constituida la nueva iglesia, la nueva Jerusalén descendida de lo alto, la forma poética que había servido a David para anunciarla y profetizarla, sirvió a los predicadores y pronunciadores de ella para
dar gracias a Dios por el beneficio recibido, para levantarlos del suelo de su terrestridad a las alturas del cielo y anunciar como ya realizado y venido al mundo lo que había visto en profética visión el real poeta.
 

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