sábado, 23 de enero de 2016


FRENTE A TI



Siento el rozar de tu ropa,

tus pasos turba el misterio,

pasas rozando mis brazos

y estoy en tu cautiverio.

Eres la misma de siempre,

esbelta, lozana y gentil,

negros y brillantes ojos,

alegres como el mes de abril; 

              suave y estirado el cabello,

leve arrebuja tu rostro,

y en mi oído musitabas

con un gemido y un llanto;

yo te respondí en voz baja

mientras tus manos temblaban,

las estreché entre las mías

al tiempo que me mirabas.

¡Nada cambiaron tus ojos,

siempre me observan tranquilos,

me buscas como a un hermano,

fría en mis tiernos halagos!

Tampoco cambió la luna

arrastrando sus reflejos

a través de las persianas

de los balcones abiertos;

ahí la mesa en que cosías,

allá el cuadro del abuelo,

allí tu sombra y mi sombra

frente al cristal del espejo.



Todo es lo mismo: te miro...,

y al mirarte ya no tiemblo,

cuando tu me miras sueño,

y sueño que dentro de mi

algo importante se ha ido.

Siempre que oigo las campanas

siento que tocan a muerto,

aunque estén tocando a gloria,

aunque toquen un concierto.

No te miro como antaño,

ni por las noches te sueño,

ni te encuentro pavorosa

ni con aspecto risueño.

Hace un tiempo en que venías

recogiendo tu cabello,

con tu bata azul turquesa

y dulces ojos de cielo;

aplique oscuro en la mano,

collar de perlas al cuello,

sonrisa tierna en los labios

y blanco azahar en el pelo.



No me agito al contemplarte

ni te distingo si sueño,

se ha borrado tu imagen

entre cortinas y el lecho.

Todo queda solitario.

Todo queda negro, negro.

Mi alcoba ya no es alcoba

mi alcoba es un cementerio.

La tarde se va muriendo,

mi corazón confundiendo,

busque la flor de tus besos

entre las flores del huerto

y con mis manos convulsas

las oprimí contra el pecho;

miré luego en torno mío

y al mirarme me di miedo...

Perdóname si te digo...,

nunca más, ya no te quiero.



Logroño, 23 de enero de 2016

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