viernes, 1 de enero de 2016


VELADAS

(Reflexión en la Villa de Inestrillas)


Sacude el sol su melena

en el Valle del Alhama

en las esbeltas montañas

que brillan por las mañanas.


La vida priva su fulgor

al pueblo que tiembla y brama,

y el cielo se pone negro

y abre sus fúnebres alas.


Todo en la altura son sombras;

y en el aire no hay calma,

la lluvia rompe a torrentes

y el río revienta y mata.


Cada relámpago alumbra

al valle que impone y pasma,

da temor al que lo mira

y hasta Dios alza su alma.


El río Alhama a su paso

pide paz y pide calma,

y las turbulentas aguas

por los espacios escalan;


bajo un manto de tinieblas

que en las montañas más altas

vuelan en alas del viento

como si fueran fantasmas.


Al clamor de las centellas

que la borrasca despacha,

al reventar se convierten

las nubes en rojas ascuas;


como hoja que se suelta

al abandonar su rama,

los impulsos de huracanes

a los nogales descuajan,


sus ramas ya se doblegan

como en el campo las cañas,

y al quebrarse por el viento

ninguna mano la salva.


La soledad es destierro

a su terrible amenaza;

la tierra su inmensa tumba,

y el espacio su gran placa.


Los que despacio caminan

sus oraciones levantan

al Ser que todo lo puede

encomendando su alma .


Y mirando las horrendas

tragedias de la tormenta,

entre los truenos y rayos

que roncos de miedo espantan,


besa el esposo a la esposa

al verle caer sus lágrimas,

y mirando al cielo dice:

¡Mi amor ten mucha esperanza!


Pues Dios es todo y todo puede

y es el único que salva

al que en los vastos peligros

con sus lamentos lo aclaman.



Inestrillas, 26 de diciembre de 2015

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