martes, 12 de julio de 2011

NOCHE DE LUNA LLENA

  Las noches, cuando son resplandecidas por la luna, tienen un no sé qué de melancólico misterio. Es afable y al mismo tiempo afligido contemplar la Naturaleza en estas horas que duerme el universo entero, en que cesa el bullicio del mundo y solo se escuchan a lo lejos rumores vagos y extraños, que ya parecen siniestros, y acompañados de cierto encantamiento oculto.
  Los rayos pálidos y placenteros de la luna bañan las primorosas torres de la ciudad: sus calles y sus plazas están desiertas, el viento está tranquilo, el ambiente aromático y agradable. De vez en cuando resuena la sonora vibración de la campana, o el graznar del ave agorera que fugaz atraviesa el firmamento. Diáfano y brillante está el cielo por donde la luna ronda silenciosa, empobreciendo el brillo de todas las estrellas. ¡Qué dulce es la calma de la naturaleza! ¡Y qué melancolía tan indefinible inspira al alma!
  Yo no sé por qué en una noche de luna amo la soledad; no sé por qué recuerdo los plácidos días de mi infancia, que pasaron entre risas y juegos inocentes; y luego viene a mi memoria toda mi juventud, todas mis ilusiones, que muchas veces nacieron bellas y encantadoras a la luz de la luna, en las hermosas noches de verano. ¡Qué rápida pasó la juventud! ¡Qué lejos y qué cerca están aquellos años jóvenes!
  Tú, ¡oh luna!, eres el astro de paz. Cuando tú reinas duerme el mundo, y parece tan bello y tan tranquilo como cuando salió de las manos de su Autor. Cesan de noche los proyectos insensatos de los hombres, y en el sueño se embotan la ambición y el odio, esas pasiones ruines que agitan a nuestra raza orgullosa, cuya vida es efímera como la del insecto que vive una hora tan solo. Duerme el tirano y duermen sus víctimas, duerme el rico y duerme el pobre, y el sueño, como la muerte, iguala al género humano.
  Pero el sueño del malhechor es turbado por visiones espantosas; el remordimiento que se ahoga de día, se apodera de noche del alma del perverso, y mientras éste se cree entregado a horribles suplicios, blandamente sonríen los labios de la virgen decorosa que sueña con su amante, y lo mira con ese amor que los ángeles sienten en el cielo... Sigues impasible tu carrera y vas visitando todo el universo, ¡oh luna!
Tú, mudo testigo de catástrofes y crímenes, tú serás acaso en el fin de los tiempos la pregonera del vicio y de la virtud, para hundirte luego en la nada. ¡Sigue, sigue tu carrera inundando de luz la mísera tierra, e inspirando blanda tristeza a quien te mira!



              A LA LUNA
Las noches iluminadas por la luna
tienen un melancólico misterio,
es dulce y es al mismo tiempo serio 
contemplar a esas horas a la tuna.

Desde el primer impulso de mi pecho
prisionero del cariño y la tristeza,
ni un eco oí en mi llorar ni en la lindeza
ni hallé por fin mi fúnebre despecho.

El mundo parece huir de tu hermosura
candil luminoso de oscuras cabañas,
lámpara solitaria en las lóbregas entrañas
y única luz que brilla en la sepultura.

Tapada a veces por gruesos nubarrones
afliges al cielo con tempestad oscura;
más sonríe el horizonte tu hermosura
y al trono más resplandeciente subes.

Cuando duerme toda la creación
solo se escuchan rumores extraños,
rumores que llegan llenos de hechizos
acompañados de cierta aflicción.

Tus rayos apacibles y templados
bañan cientos de cúpulas galanas
de ciudades serenas y desiertas
con céfiros apacibles y extraños.
     
De cuando en cuando resuena
la sonora vibración de la campana,
o el graznar de un ave de rapiña 
que fugaz atraviesa la ventana.

Diáfano y brillante está esta noche el cielo
por donde la luna vaga tranquila y silenciosa,
va engrandeciendo de brillo a toda cosa;
¡Qué calma más dulce, qué consuelo!

¿Por qué en noche de luna amo la soledad?
¿Por qué me recuerda mi plácida infancia?
infancia que pasó entre risas y alegría
con inocentes juegos llenos de felicidad;

viene a mi memoria toda mi juventud,
las ilusiones que muchas veces nacieron
bellas y encantadoras a la luz de la adoración
de la luna en esas noches llenas de gratitud.

¡Tú luna, eres el astro más  bello y audaz!
Cuando reinas duerme el mundo y parece bello,
hasta que despierta el hombre con su atropello;
¡tú eres la tranquilidad llena de amor y de paz!

Las noches son para proyectos insensatos
o razonables de los hombres, desenfrenados
o sosegados; deseos que rompen con bríos
la efímera vida que nos concedió Dios.
    
Duerme el tirano y también duerme el villano,
sus víctimas duermen; duerme plácido el rico
y al mendigo el sueño se le hace chico
pero la muerte iguala al género humano.

Luna, sigue impasible tu carrera y visita
todo el orbe, tú eres testigo de catástrofes                     
y alegrías, inunda de luz a los hombres 
que en su mísera vida tanto necesita. 

Tú eres mi amor, mi admiración y encanto
la noche quiero y deseo para vivir contigo,
y hacia el crepúsculo lentamente sigo.
¿Paraste alguna vez al sentir mi llanto?

Ahora cambias a ser un planeta oscuro,
rondando en las inmensidades del vacío,
donde el impulso arcano tapando su extravío
es albor de extraña luz tu brillo puro.

Astro de armonía, de belleza y de consuelo,
antorcha gloriosa del deseo y las pasiones,
lámpara misteriosa de las devociones,
¿Hoy que eres sobre ese profundo cielo?

De mi libro Remembranzas del Alhama
                                                                         

                  
     NOCHE DE LUNA

  Día tras día fueron los hombres
olvidando aquella virginal
diosa del firmamento
observada misteriosamente
en el apacible silencio de las noches.
  Los abuelos lejanos la observaron
y ella fue guía para sus campos,
y ágiles y solitarios se apoderaron
como el amor penetra en el corazón
de los amados.
  Ella miró las largas guerras
y observó los choques sucios
en las luchas fratricidas;
contempló la opresión y la victoria,
los crímenes y la prostitución,
el enorme griterío del hombre
y con él la calma y la hermosura.
  También admiró el arado
y con él al vasallo pasando sobre
el viejo campo de labranza
estercolado por tanto cuerpo joven:
y allí mismo viste correr al vanidoso
patrón sobre fuertes rocinantes,
mientras la cizaña brotaba
por las extensas propiedades.
  ¡Cuánto sudor y cuánta sangre
ha corrido ante ti, diosa de la noche!.
  ¡Cuánto amor viste surgir entre
temblores de restos ya deshechos
entre el agua, la tierra y el viento,
cuyas partículas se convierten en leves
nubes que ocultan el furor de la extensa
estirpe y su piadosa imagen!.
  ¡Cuántas ruinas adornadas con verde
hiedra escalando las fuertes paredes 
de los castillos has visto!.
  Allá detrás de las altas torres el reflejo
delata tu presencia,
mientras los hombres duermen en su lecho
confiados en la dulce noche.
  Algo enorme reposa, aunque la muerte
aceche al hombre confiado.
  Y tu mágico reflejo entre los árboles
permite soñar y abandonarse al placentero
reposo, que siendo temporal se imagina
como inmortal.


De mi libro, Remembranzas del Alhama.
 




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