viernes, 22 de julio de 2011

VIVIR DE PRISA NO ES VIVIR, ES MALVIVIR O SOBREVIVIR

  Sufrimos la enfermedad del Tiempo creyendo que todo  debemos  hacerlo rápido. Intentemos decrecer el ritmo alocado en que vivimos para no degradarnos a nosotros mismos. Simplemente reduzcamos la marcha y busquemos el tiempo justo para cada caso; saboreemos cada momento priorizando lo imprescindible.
  No dejes que tu agenda te gobierne. Muchas cosas que te planteas ahora son postergables. Prueba y verás.
  Cuando estés con tu familia, o con tus amigos, apaga el móvil y desconecta el teléfono.
  Tómate tiempo para comer y beber. Comer deprisa genera molestias digestivas y, si la comida es buena y está bien sazonada, no la apreciarás como debes. Este es uno de los placeres de la vida, no lo arruines.
  Pasa tiempo a solas contigo mismo, en silencio. Escucha tu voz interior. Medita sobre la vida en general.
  No tengas miedo al silencio. Al principio, solo al principio te será más difícil, luego notarás los beneficios.
  No te aturdas con ruidos o más televisión como si fueras una medusa fosilizada.
  Escucha música con calma y verás que es bellísima. No te quedes frente al televisor porque sí.
  Escribe una agenda de prioridades. Si lo primero que escribes es trabajo, algo anda mal, vuelve a redactarla.
  El trabajo es importante y debemos hacerlo, pero medita y verás que no es lo más importante de tu vida.
  No creas eso de que en poco tiempo das amor. Es una estupidez pensar que se puede amar una hora por día y basta con eso.
  Escucha los sueños de la gente a quien quieres, sus miedos, sus alegrías, sus fracasos, sus fantasías y sus problemas.
  No creas que tus hijos puedan seguir tu ritmo. Eres tú quien debe desacelerar e ir al ritmo de ellos.
  Recuerda que la conversación y la compañía silenciosa son los medios de comunicación más antiguos que existen.

  El virus de la prisa es una epidemia mundial  “Si lo has contraído, trata de curarte”

(Del libro Elogio de la lentitud de Carl Honore.)

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