viernes, 29 de julio de 2011

                   REFLEXIONES SOBRE LA VIDA

Alguno de nosotros envejecemos porque no maduramos. Envejecemos cuando nos cerramos a las nuevas ideas y nos volvemos radicales.
Envejecemos cuando lo nuevo nos asusta, también envejecemos cuando pensamos demasiado en nosotros mismos y nos olvidamos de los demás.
Envejecemos si dejamos de luchar. Todos estamos matriculados en la escuela de la vida, donde el Maestro es el Tiempo.
La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás. Pero solo puede ser vivida mirando hacia adelante.
En la juventud aprendemos muchas cosas sobre la vida; con la edad las comprendemos...
Los hombres son como los vinos: la edad estropea los vinos malos, pero mejora los buenos.
Envejecer no es lo preocupante: ser visto como un viejo sí que lo es.
Envejecer con sabiduría no es envejecer, es vivir muchos años. En los ojos del joven se ve arder la llama, en los del viejo ves brillar la luz.
Siendo así, no existe edad, somos nosotros los que la creamos. Si no crees en la edad, no envejecerás hasta el día de tu muerte.
Personalmente, yo no tengo edad, lo que tengo es una vida por delante: ¡una larga y apasionada vida!
No dejes que la tristeza del pasado y el miedo del futuro te estropeen la alegría del presente.
La vida no es corta: son las personas las que permanecen muertas demasiado tiempo, algunas mueren muchas veces antes de morir.
Haz del paso del tiempo una conquista y no una pérdida.
Vive la vida que te han regalado, no la desperdicies, da gracias por poder vivirla y... ¡ámala hasta el final!



           LA VIDA

Después de haber ido y venido
con mil vueltas y revueltas,
hoy me encuentro confundido
si lo que hago es o no cosa cierta.

Ahora, de haber subido y bajado
tantos montes tantas cuestas,
me encuentro desorientado
de haber dado tantas vueltas.

En este ir y venir de la vida,
tan azarosa y torcida,
no llega quien sale primero
sino quien al final llega.

Por eso debo entender
que no hace falta correr,
porque antes hay que partir
si quieres luego volver.

(De mi libro, Como salen del Alma)

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